He olvidado su nombre, pero este personaje parece sacado de las historias de Jack London. La historia de este individuo la vi hace poco en un canal del cable, durante una de esas tardes sabatinas en las que uno suele estar medio dormido frente al televisor. Sin embargo, la historia me resultó de enorme interés, lo cual hizo que se disipara mi habitual modorra de esa parte de la tarde que en mi país llaman “la hora del burro”. Desde muy joven este individuo dio muestras de que no quería ser un segundón, y se la pasaba observando al líder local, mientras acariciaba el sueño de enfrentársele y quedarse con todo.
Nuestro héroe pasó muchas horas perfeccionando su cuerpo (¿y su espíritu quizás?) para poder librar la batalla que lo coronaria como el más fuerte, el que predomina sobre los demás y, como guinda del pastel, consigue el favor de las hembras. Un poco de trote, natación y entrenamiento en el uso de un par de armas punzo-penetrantes eran parte de su rutina diaria.
Un día, el personaje resuelve hacer un viaje en busca de experiencia y quizás de alguno que otro éxito. Atraviesa una zona inhóspita y padece de hambre y de sed. Finalmente llega a otra comarca en donde lanza un reto al líder local, al cual derrota sin dificultad, quedándose con su guarida y con cuatro hermosas jovencitas. Allí estuvo enseñoreándose por un tiempo, hasta que una severa crisis lo dejó en la ruina. Las chicas lo abandonaron y el tuvo que regresar a su lugar de origen.
Con la confianza de haber sido el amo y señor de una localidad, desafía al líder de su comarca. La batalla es sangrienta, y ambos resultan malheridos a las primeras de cambio. El jefe local huye hasta la orilla de un rio y nuestro héroe lo persigue. Pero era una trampa, ya que en ese terreno, el jefe tiene la ventaja. Un par de puñaladas son suficientes para que nuestro amigo quede tendido en el fango “huérfano, desnudo, herido,…sangrando”, como diría una canción de Silvio Rodríguez, hasta que finalmente murió.
Esta historia no es de una película de gánsters, como por ejemplo “Carlitos Way”, ni está ambientada en una barriada latinoamericana, como la “Ciudad de Dios”. Es la historia de un hipopótamo del África meridional. Pienso que hay algo de honorable en lo que le sucedió a nuestro hermano hipopótamo, porque vivió consistentemente y arriesgó su vida para lograr sus metas. El problema es que sus metas son las que naturalmente tiene un animal salvaje, y no deben ser ideales propios de una especia autoproclamada como superior.
Sin embargo, historias similares ocurren todos los días en mi país. En la ciudad donde vivo, Caracas, ocurrieron 2.500 muertes violentas en los primeros seis meses de este año, una buena parte en luchas por el control de una zona por bandas de delincuentes. Tuve la ocasión de vivir mis primeros diez años de vida en una de estas barriadas pobres, y algunos de mis amigos tenían ideales similares a los del héroe de la historia: predominio sobre otros y bienes materiales a ser obtenidos por la vía violenta.
A veces me pregunto, cuando me invade el pesimismo, si la cultura no es más que un barniz que a duras penas recubre nuestra animalidad, y que quizás el destino de la especie humana sea como dice Nietzsche en su fabula: “En algún apartado rincón del universo centelleante, desparramado en innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el que animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue el minuto más altanero y falaz de la Historia Universal: pero, a fin de cuentas, sólo un minuto. Tras breves respiraciones de la naturaleza, el astro se heló y los animales inteligentes hubieron de perecer.”
Nuestro héroe africano murió, pero dejó a un descendiente, que quizás sueñe con ser el Jefe. En mi caso, simplemente aspiro que mis hijas sean compasivas, creativas e inteligentes, en ese orden de preferencia.
2 comentarios:
Glubbbb Ares, vaya giro que le has dado a la historia. La estaba leyendo con sonrisota en la cara y me dejaste con el pensamiento helado.
Lo siento: sin palabras.
Ya se Satur, tienes razón en lo del giro...la verdad es que me ocurrio un cambio de animo mientras escribia...lo que pasa es que la situación descrita al final ya ha tocado a nuestra familia en los ultimos tiempos...
De todas maneras, mirar a los ojos de mi "lunita", como la llamaste en tu ultima entrada, me restituye el optimismo! Un abrazo.
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