Ya se van los Reyes, por el arenal, le dejan al niño...
El paso de los REYES MAGOS tienen varios efectos.
El más trágico de ellos es que se acabaron los maravillosos fiestones navideños y amenaza con la vuelta de la normalidad y la rutina (esa forma de pasar la vida que se pasea entre los extremos del asqueo y de la placidez, pero que nunca habita en su punto medio). Antes de ello claro, hay que desdecorar la casa y hacerle sitio en la colocación de la casa a los regalos (misión cuasi-imposible).
El otro efecto mágico de los Reyes es la añoranza de ilusión: rememorar los tiempos de niño, de pensarse y repensarse la carta, de rebuscar en la memoria los hechos recientes para terminar siempre en el mismo comienzo de la carta: "aunque no he sido bueno del todo..." y luego medir el equilibrio entre los deseos y la mesura para seleccionar los juegos imprescindibles, la cabalgata y los preparativos: juntarse con los vecinos para limpiar y sacarle brillo a los zapatos (y de paso dejar perdido de betún el cuarto de operaciones) y disponer los papeles, los zapatos, los carteles. Y correr a dormir prontito temblandito de nervios y ver acrecentar los nervios al comprobar que los mismos no te dejaban dormir. Mentira el peso de los párpados podían con todo en décimas de segundo. Y madrugón temblando en esa mezcla de emoción y frío. Y cómo se ilumina todo, con la sobredosis de regalos que siempre siempre parecen rondando el infinito. Y venga a abrir y venga a probar y querer jugar con esto y con aquello y faltar brazos. Y el desayuno con el roscón que obligaba a comer hasta el límite para ver si así optábamos a más sorpresas. Y la mañana de mostrar los regalos a amigos y vecinos y a la calle a chulear con ellos y un día y medio de tiempo eterno para jugar y jugar antes de que volviera el colegio.
Y toda esta caja de magia se renueva año tras año con la otra ilusión, la de los hijos pequeños.
Este año ya ha habido la tentativa seria de reducir el día de los reyes en casa por algo más racional. Parece que el próximo año se prorroga igual que siempre, pero todo sabemos que esta locura tiene sus años contados: ¡¡¡¡NECESITAMOS NUEVOS NIÑOS CHICOS YA!!!!
En mi cuarto de trabajo me quedan siempre dos recuerdos del día de Reyes:
Este cochecito viejo de lata, que cuando le das cuerda mueve la cabeza (la cabeza es de plástico, anunciando tiempos modernos)
Y la colección de sorpresas de roscón en el borde de la ventana.
Feliz sábado, sabadete... se me comporten
Saturnino
1 comentario:
Bueno, después de un buen gusto, regresar al trabajo es grato!
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