Su primer caso consistió en resolver el enigma de la desaparición de los condones que su padre guardaba en la mesita de noche. Tras hacer muchas preguntas a los miembros de la familia, logró que su hermana declarara que los había tomado para confundir al chico de la escuela con quien jugaba al amigo secreto. Dicho testimonio evitó que su madre terminara en la calle, pero a su hermana la llevaron al médico, y a ella le regalaron su primer libro de cómo ser un detective; una divertida edición ilustrada. Pero aún no entendía el por qué de tanto conflicto. Llena de curiosidad, tomó uno de la cajita recientemente repuesta y lo exploró hasta la saciedad. Al abrir la bolsita, vio un simple círculo de goma muy bien enrollado y encerado, con una extraña forma en el centro. Su curiosidad aumentó. Trató de ajustarlo a uno de sus pechos, pensando que podía tratarse de algún tipo de implante desechable, pero se caía y carecía de firmeza. Pensó en aquellos globos de colores en forma de gusanito que su padre solía comprarle, por lo que intentó soplarlo, pero el sabor a cebo le desagradó tanto que decidió desenrollarlo con sus dedos, cosa que hizo con paciencia hasta el final. Era una goma amorfa y sin gracia. Después de estirarla y encogerla por unos minutos, se le ocurrió llenarla de agua en el lavamanos. En aquel instante quedó al descubierto su silueta y una luz intensa iluminó su cabeza. En aquel momento lo entendió todo.
A sus 18 años decidió ingresar a la academia de policía, la cual, de acuerdo con sus palabras “ha sido la mejor decisión de su vida”. Al principio sus compañeros se burlaban de ella, pues al ver su aspecto de chica de spa, pensaban que no encajaría. A pesar de esto, Carla siempre mantuvo intacta su convicción y al graduarse comenzaron a develarse sus fortalezas. Los malandros al verla, bajaban la guardia (y sus pantalones) y en su descuido Carla los enfrentaba y esposaba con una efectividad nunca vista.
A los 23 años fue destacada como agente especial, recibiendo reconocimientos en infiltración y camuflaje. De acuerdo con su profesor, el famoso “Forjador de Mascaras”, Carla muta mejor que un camaleón, de hecho ha cambiado tantas veces su aspecto, que ya nadie recuerda cómo es ella en realidad.
Hoy, Carla asegura que su trabajo como agente secreto la hace muy feliz, y que después de resolver los casos que le asignan, se sumerge en su casa en Villa Escondida, donde disfruta de muchas horas de sueño untada con Vic-Vaporup. Nos asegura que cuando cumpla los 40, le gustaría colocarse unos implantes mamarios y unas secciones de Botox que la ayuden a llevar su poder a un nivel superior y continuar su larga cadena de éxitos.
Nos despedimos de ella dejándola tras el mostrador de la panadería, con su amplia sonrisa, sus ojos atentos y su cara de cuervo; a la espera de un cliente que reclame sus cachitos de hojaldre con vehemencia, y tener una justificación y para comenzar a preguntar sobre el hecho...
2 comentarios:
Ahora sí que sí. Ya está el personaje, ahora no puedes desprenderte de ella.
más, más, más!!!
Buenos, vamos a ver con qué rellenamos ese pavo (quise decir, la historia), ja,ja,ja...
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