lunes, 31 de agosto de 2009

Experiencias cercanas a la muerte ( E.C.M. ) by Planeta Pol



Llevaba un par de dias peor de lo acostumbrado. Levantarse de la cama le suponía un esfuerzo supremo. Los dos pares de calcetines, y las gruesas botas no le terminaban de quitar la sensación de frio y humedad que tanto mal hacen a un cuerpo humano en pleno invierno, con temperaturas que no sobrepasaban los 4 grados positivos. Además, la tos carrasposa y recurrente, así como bajadas y subidas de su temperatura corporal, le confirmaron que la incipiente gripe que le aquejaba estaba mutando a espléndida colección de miniguerras internas por el control de un cuerpo que solo pedía descanso.



Abandonó su puesto de encargado de la obra y se dirigió a la oficina, donde la consabida montaña de papeles le esperaban. La oficina seguia igual que dos dias antes de dejarla por última vez, y si no se ponía manos a la obra, la montaña amenazaba con desbordarse hasta impedirle la entrada al propio local. Aparto la silla y se sentó. Calculadora en mano, continuó el penoso y agotador trabajo de cuadrar unas cuentas que nunca cuadrarían.


De repente, se agitó inquieto. Los números del papel que tenía delante de sus narices se revolvieron nerviosos y dejaron de tener sentido ni significado para bailar y cambiar de orden. Parpadeó, y los números quisieron dejar de moverse, pero con timidez. Agitó la cabeza y masculló. A continuación, se dirigío al baño del local.





El agua fría despejó al instante la maltrecha cabeza de Robert. El exceso de trabajo en una empresa que curiosamente tenía mas trabajo en invierno que en verano, al revés que otras empresas del sector, estaba minando sus energías al extremo de pasar inadvertido el pequeño aguijonazo que en la parte izquierda de su pecho le enviaba mensajes preocupantes. Tras refrescarse, se secó y volvió a la carga. Un pañuelo de kleenex y un vaso de agua eran sus armas de emergencia, y hacia el las atrajo. Retomó los papeles, pero unos minutos después, los números y las letras volvían a danzar. Poco acostumbrado ha cosas así, decidió tomarse un respiro y se dispuso a ver la tele de la salita de reuniones.



Se derrumbó en el sofá, que le recibió con un quejido. La televisión emitió el característico pitido de arranque y empezó a emitir imágenes. No llevaba ni cinco minutos cuando aquello empezó otra vez y peor. Las imágenes del televisor, y la habitación, empezaron a oscilar mientras la cabeza de Robert empezaba a perder el control de la situación. Trató de levantarse y alcanzar el baño para volver a aclararse las ideas, pero las piernas le fallaron, a la vez que el pinchazo del costado se volvía estocada innecesaria ( ¿ ME ESTA DANDO UN INFARTO ? ). Calló al suelo con los ojos cerrados, pero mientras su mente viajaba a ninguna parte, su instinto de supervivencia le gritó: ¡¡ estúpido, mueve el culo y avisa a alguien !!.



No hizo falta. La madre y el padre de Robert entraban por la puerta, a la vez que este, débilmente apoyado en la pared del pasillo, intentaba hablar y explicar lo sucedido. Sin poder llegar a articular palabra, fué llevado al centro de urgencias primario, donde lo derivaron a otro centro situado a cincuenta kilómetros del primero. Descartaron el infarto, a pesar de los agudos dolores que impedían incluso la respiración de Robert. En una ambulancia más propia del tercer mundo, y no del estado francés, Robert pasó los siguientes cincuenta minutos mas lentos y más largos de su vida. Desde la camilla, parcialmente atado por seguridad, sin oxígeno, camillero, ats ni enfermera/o alguna/o, Robert visionó el panorama que solo unos pocos privilegiados tienen. El famoso tunel blanco, que en realidad no es un tunel propiamente dicho, ni siquiera una imagen, no. La sensación de saber que te estas muriendo, y que nada ni nadie puede hacer nada, no fué para Robert algo desagradable. Fué eso, una sensación. Pero una sensación de paz, de paz total y absoluta. Lo sintió una vez, mientras sus ojos casi desprovistos de emoción alguna se fijaban en las luces que irradiaban las farolas de la carretera, al paso de una de las tantas poblaciones que tuvieron que atravesar para llegar a Toulouse. Durante esos eternos segundos, la respiración, agitada y apurada se frenaba y detenía hasta el punto de ser casi imposible descernir vida en su cuerpo echado sobre la camilla.



Pero al punto, la respiración, lenta y pausada, volvía a escucharse entre sus secos labios, para coger velocidad y alarmar otra vez al conductor. La secuencia se repitió dos, tres, cuatro veces y más. En cada una de ellas, mentalmente, se repetía a si mismo: así que esto es morir. Tampoco es para tanto... Pero le seguían unas intensas ganas de seguir cogiendo aire por la boca, aunque eso fuese el inicio de un dolor monstruoso en su pecho y brazo...


La vida de Robert. Primera parte.


- Todo parecido con la realidad, de cualquier persona, famosa o no, libro escrito, película, dvd, blue ray, etc etc etc no es sino pura coincidencia, bala.




BESOS Y ABRAZOS. PLANETA POL.

1 comentario:

miguel angel dijo...

El titulo es lo mas raro de este minirelato, la vida de Robert, me da a mi que va a ser corta.
En la segunda parte saldremos de dudas, aunque me da a mi que la ambulancia va a tener un accidente.
Pronto te dan el premio ese catalán, como se llama, ah si, el lara de literatura, para el nobel no estas tu preparado aún.
Muaks a to el mundo.