domingo, 5 de enero de 2014

El ambiente y la igualdad de género.



            Una de las consecuencias de la desigualdad de género es el crecimiento insostenible de la población mundial; y digo insostenible, porque nos enfrentamos al reto de incrementar la calidad de vida de alrededor de 7.060.000.000 billones de personas que habitan hoy la Tierra, con unos recursos naturales cada vez más escasos, deteriorados y contaminados. En 1798, el reverendo anglicano Robert Malthus en sus “Essay on the Principle of Population”, afirmaba que la población crecía inevitablemente a una tasa más acelerada que la tasa de producción de alimentos, y que si no fuese por las guerras y las enfermedades, la población sufriría de hambre y miseria, lo que hacía imperativo controlar el tamaño de las familias. El problema planteado por Malthus es algo que, al parecer, podría resolverse con un adelanto tecnológico que acelere la tasa de producción de bienes. Sin embargo, el problema que enfrentamos hoy tiene mucho que ver con aceptar que vivimos en un mundo finito, con recursos limitados y que la única solución que hará sostenible la vida en la Tierra es controlar el crecimiento de la población mundial.

            Malthus propuso contener éste crecimiento a través de restricciones de carácter moral como el aplazamiento de los matrimonios y la castidad. A partir de allí, se han planteado varias políticas en el mundo para tratar de cumplir éste objetivo, casi todas criticables desde el punto de vista religioso o de los Derechos Humanos. Entre ellas podemos mencionar el desarrollo y aplicación de métodos anticonceptivos, la esterilización de las mujeres que habitan zonas rurales y de escasos recursos, y la política de un hijo por familia implementada en China a partir de 1979. Pero al parecer, las políticas más exitosas para estabilizar la población y que se apoyan plenamente en los Derechos Humanos, son la educación y el empoderamiento de la mujer (la capacidad de tomar decisiones en todos los ámbitos que afectan la vida, desde el familiar hasta el político). La promoción de la igualdad de género es tan fundamental para el logro del desarrollo sostenible que “Promover la igualdad entre los géneros y el empoderamiento de la mujer” constituye el tercer “Objetivo del Milenio” de las Naciones Unidas.  Es por ello que la relación que existe entre la mujer y el ambiente es algo que va más allá de la forma en que ella percibe la naturaleza y de las actividades que realiza en función de protegerla.

            Se ha determinado que en los países donde la mujer alcanza altos niveles educativos y compite en el campo laboral en igualdad de condiciones, la población crece lentamente. Es el caso de de Europa, en dónde el 60% de los egresados universitarios son mujeres. En cambio, en los países donde gran parte de las mujeres ni siquiera tiene acceso a la educación básica y son relegadas a puestos de trabajo informal y de baja remuneración, la población tiende a crecer aceleradamente. Es el caso de muchos países asiáticos.  Esto ocurre porque la mujer logra un gran poder de decisión y negociación cuando ha alcanzado un alto nivel educativo y tiene acceso a un buen nivel de ingreso;  sus objetivos de crecimiento profesional compiten con el tiempo que pueden dedicarle a constituir una familia.

             Debemos destacar aquí la labor que Wangari Maathai desempeñó en Kenia, África, a través de la fundación de “The Green Belt Movement” a partir de1977; con la doble finalidad de detener los procesos de desertificación y empoderar a la mujer, a través de la siembra de árboles (algunos de ellos frutales de consumo local), ya que por cada árbol sembrado y mantenido con vida ellas reciben una remuneración. Wangari Maathai fue la primera mujer en recibir el Premio Nobel de la Paz en el 2004, por su contribución al desarrollo sostenible, a la democracia y a la paz.

            En Venezuela, la mujer juega un rol fundamental en la transformación de la sociedad, ya que de acuerdo con un trabajo de investigación realizado por Mireya Vargas y que publicó bajo el título “¿País en regresión?” (2011), en los sectores populares urbanos existe una estructura centrada en la madre con ausencia del padre, y que  “…la madre muestra poca capacidad para proponer retos de transformación individual a los hijos, más allá de la mera sobrevivencia, al tiempo que quiere conservarlos para sí.” Ella es la gran madre de todos, la mamá/abuela.  De acuerdo con la autora, esto trae problemas de regresión o parálisis social.  En vista de lo anterior, si queremos que Venezuela se transforme en un país sustentable es importante abrir espacios de participación para la mujer en la implementación de las políticas ambientales; la misma debe transformarse en movilizadora y motivadora de acciones de conservación que se transmitan a sus hijos y nietos. Además, se debe seguir estimulando la igualdad de derechos legales entre ambos sexos, para que se incremente, de hecho y de derecho, la participación y la capacidad de decidir de la mujer venezolana tanto en la vida privada, como en la vida pública.


            La mujer es una pieza fundamental en la conservación de la vida en el planeta, ella es quién administra los bienes de la casa, es decir, cada día debe resolver el problema de distribuir los recursos limitados entre los miembros de la familia;  desde un punto de vista biológico, es la que asume el cuidado de las futuras generaciones desde su concepción. Si le damos el valor y el respeto que amerita, tendremos como premio la permanencia de nuestro planeta.

Por: Deyanira Díaz, alias Martina.


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