¡Feliz Año 2010 para todos nuestros lectores! Espero que hayan disfrutado mucho de las fiestas decembrinas, a pesar de la crisis financiera. Comenzar de nuevo lleva consigo su letargo (hay que levar la pesada ancla antes de zarpar), pero una vez conseguido esto se disfruta del viaje, de la aventura y de las sorpresas.
Pero bueno, entremos en materia. Ya sea que lo disfruten o que lo aborrezcan, es necesario ir de compras, sobre todo si se trata de comestibles. Cuando vamos de compras, vemos un sinfín de productos exhibidos en estantes, muchos de ellos con empaques llamativos. Damos una ojeada a nuestra billetera y estimamos cuanto podemos gastar y tal vez, ¡cuánto nos podemos endeudar! Quisiéramos comprar muchas cosas, pero terminamos llevando a casa lo que nos permite nuestro presupuesto. Pero, alguna vez nos hemos puesto a pensar ¿cómo llegaron esos productos hasta allí, cuánta energía, tiempo y recursos se consumieron en el proceso, o tal vez, qué daños se causaron (desechos contaminantes)?
Esto tiene mucho que ver con seguir el ritmo…el ritmo de la naturaleza. Si vivimos en la ciudad, los ritmos naturales son ajenos a nosotros, por supuesto que nos afecta la lluvia, la nieve o el calor de algún modo, pero no de una manera dramática; pero si vivimos en el campo, estaremos más conscientes de los costos de producir las cosas que van a los supermercados, no solo en términos económicos sino también ambientales. Si ha habido mal tiempo y eso ha generado la pérdida de las cosechas, el hombre de campo evidencia la escasez y conoce su origen, del mismo modo sucede cuando los nutrientes del suelo se agotan y se debe gastar dinero extra en la compra de fertilizantes tan solo para poder satisfacer el ritmo de consumo existente; en tanto que el hombre de ciudad, probablemente solo vea precios más altos en el supermercado y no entienda el por qué de la carestía. Mientras el hombre del campo danza al ritmo de la naturaleza (su sustento depende de eso), el hombre de ciudad ha dejado de oír la melodía y ha perdido el paso. Si no lo veo, no existe.
¿Estamos consientes acaso de los bosques que desaparecen anualmente para producir papel?, ¿Cómo tratamos ese papel que le cuesta tanto a la naturaleza? ¿A penas hacemos un mal rayón, lo arrugamos y desechamos, o lo utilizamos por la otra cara y luego lo introducimos en alguna cadena de reciclaje? Bueno, esto pasa con cualquier cosa que se exhiba en los estantes.
Los Doctores Edward S. Ayensu y Philip Whitfield pertenecientes al The Smithsonian Intitution, en su libro “Los Ritmos de la Vida” (1983), afirmaron lo siguiente: “La reproducción y migración de las aves, y el ciclo de crecimiento de los árboles son ejemplos de ritmos sincronizados con el ciclo externo del paso de las estaciones. La mayoría de los científicos supone que los organismos se benefician marchando al ritmo del ambiente, e infieren que esas mismas plantas y animales rendirían menos si marcharan desacompasadamente con relación al medio. El hombre no puede aislarse de las imposiciones rítmicas del mundo que le rodea: forma parte de los ritmos y estos forman parte de él.” ¿Sera que esto tiene algo que ver con la contaminación y el Calentamiento Global? Las perturbaciones en los ciclos naturales son cada vez más evidentes. Hasta ahora el hombre ha tratado de forzar los ciclos naturales (los que puede) a marchar su propio ritmo. La tecnología sería una gran aliada si acogiera el respeto a los ciclos naturales como principio fundamental.
Cuando vamos de compras tenemos que preocuparnos mucho por el presupuesto que tenemos para gastar, pero tal vez sea beneficioso para los cambios que hacen falta en nuestro planeta, pensar un poco qué estamos tomando de la naturaleza y cómo se lo devolvemos.
Besos para todos
MARTINA
2 comentarios:
Uffff, hasta ahora no había leído la entrada, y es que estoy que no respiro.
Ciertísimo, Martina, y es que a algunos en este deformadísimo mundo de la globalización nos han dado como papel principal el consumir: y esa es la debilidad y la fuerza al tiempo.
Es así mi querido Saturn, pero es bueno saber que la naturaleza siempre buscará su equilibrio, muy a pesar de las inquietudes humanas.
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