martes, 27 de julio de 2010

Un Ejercicio de Libre Asociación


Voy a aplicar una técnica que según Freud constituía el núcleo del método psicoanalítico. La última entrada de Saturnino (In Dubio Pro Reo), me dejó pensativo y me permitió recordar ciertas imágenes. En particular, recordé una historia que me gustaría compartir aquí. No recuerdo donde la leí, pero creo que puedo ofrecer una versión de lo que quedó grabado en mi memoria, con tintes de subjetividad seguramente.


En un país asiático, hace muchos años, uno de los ladrones más efectivos en su oficio tenía un hijo que estaba a punto de alcanzar la edad en la que debía seguir los pasos de su padre. El joven aprendiz de ladrón había estudiado mucho para poder llenar de orgullo a su progenitor: paso sigiloso, técnicas para abrir cerraduras, ascenso a manos libres, y diversas técnicas de combate, entre otras artes. El día de la iniciación, el padre llevó al hijo consigo a robar la casa de una familia adinerada. El muchacho estaba muy emocionado por poder practicar el oficio de la familia con la persona que más admiraba, pero trató de mantenerse enfocado, para no cometer ningún error.

Una vez adentro de la gran casa, padre e hijo fueron a la habitación que suponían guardaba las mayores riquezas. En un momento, el padre, con una señal, ordena al hijo que abra un gran baúl. Este lo hizo sin dudar, y en cuanto estuvo abierto, vio que contenía telas de una gran calidad; de repente, el padre lo empujó adentro, cerró el baúl, y dio la voz de alarma. El muchacho no entendía que estaba pasando, ¿Cómo era posible que su propio padre lo entregara? El padre escapó de la casa justo antes de que la familia y sus empleados se abalanzaran a la habitación en donde estaban los tesoros familiares.



El muchacho decidió permanecer en silencio y escuchar. Se dio cuenta que habían una cierta cantidad de mujeres que estaban registrando todo en la habitación, para ver si faltaba algo, mientras que los guardias revisaban afuera de la casa. Una de las mujeres dijo que iba a revisar el enorme baúl que estaba en medio de la habitación. El muchacho hizo un gran esfuerzo para dominarse, se cubrió con una de las telas y esperó a que los pasos indicaran el acercamiento de la mujer. Cuando esta había abierto la tapa del baúl, el muchacho hizo un ruido muy semejante al de una rata, lo cual hizo que la mujer retrocediera aterrorizada; luego, sin perder tiempo saltó fuera del baúl y aprovechando la sorpresa general y el griterío, saltó por una ventana.

Afuera estaban unos guardias con lámparas revisando los alrededores de la casa, así que corrió lo más rápido que pudo en dirección a un pozo que había visto cuando entró con su padre al jardín de la casa. Los guardias los seguían a cierta distancia, pero la noche era oscura, y no tenían claridad sobre quien estaba por allí. El joven ladrón tomó una enorme roca y la tiró al pozo, y luego corrió hacia el muro. Los guardias se detuvieron un buen rato en el pozo, creyendo que el delincuente había caído en el, lo cual permitió al aprendiz de ladrón escapar.

El muchacho fue directo a su casa a confrontar a su padre, y cuando entró había una fiesta sorpresa para él, en la que estaban muchos representantes del gremio de los ladrones. El padre lo abrazó en cuanto se encontraron y le dijo. “hijo mío, has pasado la prueba de iniciación a nuestro oficio, ¡eres uno de nosotros!”

1 comentario:

SATURNINO dijo...

siempre pensaremos que es la mejor manera de educar un hijo (no exactamente estaba pensando en enseñarle a robar) y siempre nos echaremos atrás, por eso de... "y si sale mal?"