martes, 24 de abril de 2012

Una mirada ingenua hacia unas “Ciudades que no existen”




La semana pasada terminé de leer “Ciudades que no existen”, un libro escrito por Fedosy Santaella en el 2010. No suelo hacer comentarios públicos acerca de mis lecturas; sin embargo, con este libro la historia es distinta. Y a continuación les diré por qué. Consiste en una serie de relatos que tienen ese toque satírico que caracteriza los textos de éste escritor venezolano, su manejo equilibrado de la ironía es, a mis ojos, de buen gusto. Los temas siguen siendo urbanos, pero con aire de mar.  Este escritor nos lleva a recorrer nichos estrechos de Puerto Cabello y de Caracas, los cuales no son inmutables a los ojos del lector; con el pasar del tiempo han dejado de ser lo que una vez fueron, tanto en su fisionomía como en su idiosincrasia, bajo la mirada aguda de un individuo que ha madurado con los años. Al respecto, haré las siguientes citas: “Cuando las cosas que uno conoció comienzan a desaparecer, no queda más remedio que aceptar que te estás poniendo viejo”, “…Puerto Cabello es una isla interna habitada por un niño. Es decir, aquel lugar ya está ocupado, y las miserias y la soledad futuras o cotidianas necesitan espacios vacíos”. Este libro evocó en mí, retazos de la “Teoría de los espejos”, en donde de Guillermo Meneses (1953), expresa lo siguiente: “¿Qué son  al fin, los recuerdos?... Si se los toca ya no existen; sus reflejos sólo tienen valor en cuanto guardan la posición exacta del instante en el cual eran espejos de la realidad. Traerlos a la memoria es moverlos de su sitio, cambiarlos del campo de visión que frente a su momento tenían.” 

En estos cuentos la atmósfera es oscura, nebulosa, lejana y a la vez íntima, son narraciones realistas con toques de surrealismo y en algunos relatos hay presencia de elementos fantásticos. Esta mezcla embriagadora la podemos sentir a lo largo del libro, pero es muy palpable en El belizná del bosque, Seis dedos y un nahual, El olor del maizal, Los muñequitos de las llaves y La Piaf nos está mirando. Mientras lees, sientes que son anécdotas que te están contando con un par de cervezas en un bar cualquiera, con mucha camaradería y con un lenguaje coloquial.  Este es, además, un libro muy creativo (cosa que ha caracterizando a Fedosy Santaella desde el principio de su carrera literaria),  por eso puedes encontrar allí, entre sus páginas, un belizná que persigue a un hombre como si fuera su karma, una silla que viaja hacia muchos lugares y se involucra en muchas historias, viajes estos que realiza sin voluntad propia (claro, es una silla); un duende que esconde llaves y causa reveses en la vida de las personas, prostitutas vírgenes, una Edith Piaf que deja de ser canario para convertirse en un espectro diabólico… en fin, por momentos, este narrador manda al diablo la realidad y te lanza en benji, caes, lo disfrutas, pero siempre hay algo que te mantiene atado al contexto. Y no incorporo en la lista a Techo de Vinilo, porque es un personaje real, aunque cualquiera que no lo haya conocido podría pensar que forma parte de la fantasía del autor.

El relato “La Piaf nos está mirando”,  se destaca por su elevado erotismo.

 Hay algo de nostalgia en este libro, y espero no equivocarme cuando digo que, cualquier estudiante universitario, del presente o del pasado, puede identificarse con los cuentos allí contenidos. Yo me confieso víctima de ese portal (por momentos me vi caminando por esos pasillos ucevistas tan queridos, pero que ya no le pertenecen a mis zapatos). La lectura de “Ciudades que no existen”, es amena, ideal para el descanso, y nos recuerda que las ciudades no son solo calles, no solo casas, sino que también son hombres, la mirada de esos hombres y todas las emociones que nos hermanan. Oswaldo Trejo, escribió en  “La llave en las montañas, (1969)”  lo siguiente: “…a las orillas de los ríos están las casas donde viven los hombres. Los hombres que son también ciudades. Ciudades sin muros, ni torres, ni palacios, ni avenidas. Ciudades hechas de pasos, de gestos, de voces que a un tiempo dicen: trabajo, perdón, lejos, adiós. Palabras que se multiplican y golpean el tránsito de los sonidos, sin ordenanzas ni señales.” Voces como esas son las que nos conducen por las calles de Caracas y de Puerto Cabello, por la UCAB y la UCV, por apartamentos y situaciones controversiales, todo esto bajo la mirada reversa del autor.

 ¡Feliz semana del libro!

 Martina.

2 comentarios:

SATURNINO dijo...

¿Listita breve de lo más florido de la literatura venezolana actual o casi actual? perdona mi ignorancia, pero oye, que ninguno me sé.

Estuve buscando eso de ucevista en el google. Qué chulada de eslogan el de la UCV: "LA CASA QUE VENCE LA SOMBRA"

Deyanira Díaz dijo...

Si señor Saturnino, gracias. Para nosotros siempre será eso: Un lugar de luz, mucha luz, que se queda en el corazón para siempre.

Abrazos.