Liviano y risueño el tema de hoy.
Hubo en los tiempos de la Edad Media un movimiento religioso, que simplemente recordarlo actualmente, pone los pelos de punta.
Se trata de las mujeres MURADAS o EMPAREDADAS.
Eran mujeres que por fervor religioso y de forma voluntaria se hacían encerrar entre dos paredes con una dimensión mínima que a duras penas le permitia estar tumbada. Y de ahí rara vez salían hasta morir (en algunos casos salían, sobre todo si el edificio sobre el que estaban emparedadas caía en ruinas.
Normalmente se hacían emparedar junto a un muro de una iglesia con dos únicos orificios: un pequeño ventanuco enrejado a la calle por el cual la gente de la calle le daba limosna y algo de alimento y por donde le pasaban el orinal y lo vaciaban. La otra pequeña apertura daba al interior de la iglesia y por ella podía asistir a misa y tomar la comunión. Por supuesto no había puertas. De ahí no se salía.
Varias de ellas fueron tomadas por Santas y todas levantaban gran respeto en la población que solía pedir intermediación en sus oraciones.
Este movimiento religioso (no era una orden, no eran monjas, tan sólo mujeres religiosas) se extendió durante la Edad Media por toda Europa hasta 1673, año en el que fue prohibido en el Sínodo del Obispo Ayala. Bueno en ese año fue prohibido, pero tardo bastantes años más en desaparecer. Incluso se conoce algún último caso en el siglo XIX.
En mi ciudad, en Salamanca, no fueron pocos los casos de mujeres emparedadas. al parecer hubo casos en las Iglesias de Sancti Spiritus, San Esteban, la catedral, San Sebastian y sobre todo en San Juan de Barbalos, conocida como la iglesia de las emparedadas.
Así decía un testamento de Dávila de 1389 otorgaba:
«ltem mando a los emparedados y emparedadas de Salamanca con sus arrabales a cada uno de ellos cinco
maravedís.» Y continuaba: «al emparedado de S. Juan de Alcázar mando cinco maravedís, y mando a las
emparedadas de S. Sebastián, y mando a cuatro emparedadas de san Juan de Bárbalos, y mando a la emparedada
de S. Spiritus cinco maravedís.»
En el dintel de la celda de emparedada, en la iglesia de Santa Marta, de Astorga está escrito: MEMOR ESTO JUDITII MEI, SIC ENIM ERIT ET TUUM. MIHI HERI, ET TIBI HODIE (Acuérdate de mi condición pues esta será la tuya. Yo ayer, tú hoy.)
Feliz sábado, sabadete... se me comporten.
Saturnino.
1 comentario:
Qué interesante es ésta historia, yo he oído hablar de los claustros, pero las emparedadas lo llevaron al extremo. Qué manera de castigarse!
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